martes, 30 de enero de 2007

CONTRA LA HIPOCRESÍA Y EL AUTORITARISMO GUBERNAMENTAL: PORQUE TODA VIDA NOS IMPORTA

El partido político Constructores Perú, ante el violento desalojo de ciudadanos y ciudadanas peruanas que pacíficamente empezaban a expresar su rechazo a la pena de muerte frente a Palacio de Gobierno, el viernes 26 de enero del presente año:

EXPRESA su respaldo a dichos compatriotas, en cuanto exigían al gobierno que cumpla su deber de respeto a la vida, clave de toda sociedad civilizada, hecho deber constitucional conforme al artículo 1 de la Constitución peruana, norma suprema de nuestro sistema político y de nuestra vida ciudadana.

RECHAZA la hipócrita actitud del gobierno, en especial del presidente García, que por un lado proclama "el año del deber ciudadano" y por otro, se empeña en buscar incumplir su deber de respeto a la vida, sin importar de qué vida humana se trata.

Hipocresía que se refuerza cuando agentes gubernamentales señalan que buscarán la mejor forma de incumplir una sentencia judicial que les disgusta. ¿Se puede liderar una campaña de cumplimiento del deber ciudadano dando mensajes como ése, arguyendo que cuando una sentencia judicial no nos gusta debemos buscar "sacarle la vuelta"?

RECHAZA la grosera desigualdad en el trato entre quienes opinaban a favor y quienes opinaban en contra de la pena de muerte: El viernes 19 de enero cientos de manifestantes llevados en omnibuses, no sólo entraron a la plaza central de Lima Cercado, sino que incluso fueron recibidos en el patio de Palacio de Gobierno. Puede entenderse que hubo una coordinación con la municipalidad de Lima Metropolitana, correspondiendo un trato similar a quienes sostuvieron una opinión contrapuesta una semana después, pues la esencia de la democracia es el diálogo de todos. Con su actitud de represión a quienes opinan en contra, el gobierno muestra su necedad y vocación antidemocrática en el ejercicio del poder del Estado, incumpliendo el deber de respetar de igual manera las distintas posturas que los ciudadanos puedan tener sobre asuntos públicos.

RECUERDA que la pena de muerte no soluciona ningún problema de criminalidad, por lo que plantearla como respuesta a la violación de niños, niñas o adolescentes, o al rebrote terrorista, es jugar con los sentimientos de una población insegura y, lo que es peor, con los de las víctimas; pretendiendo inducirnos a la venganza como solución, lo cual no sólo envilece a la sociedad toda, sino que mantiene intactas las causas de los problemas.

DENUNCIA el ánimo totalitario del presidente García, expresado en su insistencia en ser "señor de la muerte" –si se aprobara, la decisión final recaería en él, vía la posibilidad de indulto–, junto con su actitud discriminatoria y la violencia empleada contra quienes opinaban en contra. Ánimo que pretende imponerse distrayendo a la población con operaciones de pirotecnia verbal, hostilizando a las instancias públicas y privadas de control o buscando coparlas, y aprovechando la ausencia de una oposición política consistente.

ANUNCIA la presencia de una nueva alternativa política para el Perú, empeñada en construir una república de ciudadanos en la que toda vida importa, y para ello impulsa un proyecto nacional asumiendo que: (1) el poder es para el servicio y debe ejercerse con responsabilidad; (2) desarrollando una nueva peruanidad, a partir del mestizaje y los logros que a nivel local, regional, nacional e internacional, muchos compatriotas vienen consiguiendo en la economía y la cultura; (3) proponiendo la superación de la pobreza y exclusión, al cambiar aspectos de nuestras relaciones humanas, estructura social y modelo económico de desarrollo; (4) de manera que se genere riqueza para todos, (5) ambientalmente sostenible y (6) distribuida uniformemente en nuestro territorio; (7) siendo conscientes de que la educación, para afirmar la personalidad, la ciudadanía y la peruanidad, juega un papel fundamental en ese proyecto.

¡FUERA LA MEDIOCRIDAD DE LA POLÍTICA PERUANA!
¡NO HAY MUERTOS AJENOS!
¡POR UNA REPÚBLICA DE CIUDADANOS!
PARTIDO POLÍTICO CONSTRUCTORES PERÚ

domingo, 21 de enero de 2007

La ciudad de todos los peruanos (II)

Testimonio de quien quiere entender qué significa ser limeño
Juan Manuel Sosa
Coordinador del Núcleo Lima de Constructores Perú
II.
¿Centralista-yo?

Normalmente, fuera de esta ciudad y dentro del país, la palabra “Lima” evoca la noción de centralismo. Efectivamente, es recurrente escuchar a no-limeños decir que las cosas “se hacen en Lima” al referirse a actividades de instancias u organizaciones que se encuentran (a veces eventualmente) aquí, en la ciudad capital. Siempre me queda la impresión de que la mayoría del país siente a esta ciudad como un conjunto uniformizado de limeños que han decidido centralizar el poder, para tomar solo ellos las decisiones (y beneficiarse de estas). Tampoco la haré de inocente: es cierto que vivir en Lima tiene varias ventajas, como acceso a bienes y recursos diversos, o a instancias gubernativas; sin embargo, de allí a considerar que los habitantes de Lima nos regodeamos en el centralismo hay una gran diferencia.

Al respecto, creo que no se ha destacado convenientemente tres grandes paradojas sobre nuestra ciudad, paradojas que desdicen –en parte– la visión que se tiene de Lima desde fuera:

(1) Lima ya no es de “limeños” y los “limeños” ya no son de Lima.
Ni siquiera se puede hablar de un limeño tipo o de tradiciones limeñas vivas; sino que, para considerarse limeño hoy, casi basta con decidirse a vivir en Lima (un tiempo prolongado, digamos). Ni siquiera es necesario desligarse de las identidades anteriores.

Para un limeño, ¿qué identifica a Lima? ¿Será la marinera, el puente de los suspiros, la arquitectura colonial? ¿Será Barranco de noche, los edificios de San Isidro, Asia en verano? ¿Serán los renovados parques zonales, las escaleras amarillas, los recorridos de hora y media en el transporte urbano? ¿Será M.C. Francia, Los Mojarras, Líbido, William Luna, Daniel F. o la novísma Novalima? Finalmente, ¿qué es ser limeño? ¿Cuántas formas de ser limeños existe?

Los habitantes de Lima, constituidos en limeños o limeños de nacimiento, no conocen ni reivindican el pasado limeño, primero colonial y luego criollo, pues ello no forma parte de su identidad. Como escuchaba hace poco, actualmente Lima es la ciudad más andina del país, con lo cual la típica raigambre costeña de la ciudad también se ha transformado Desde hace algún tiempo Lima es un crisol. Lima es de todos los peruanos, y su nueva identidad está siendo construida a partir de las múltiples identidades que se encuentran, dialogan y hasta chocan, fecundando nuevas formas, valores, gustos e idiosincrasias. Seguramente jamás habrá una identidad limeña estandarizada (ni debería haberlo), pero sería imperdonable que de este proceso de fraternal mestizaje no resultara una identidad ciudadana, una comunidad de personas dispuestas a construir futuro juntos (y no solo individuos que conviven, obvian las brechas entre ellos, dialogan poco y se miran menos)

(2) Los “limeños” no piensan en Lima, ni se preocupan por ella.
A diferencia de otras ciudades con fuerte arraigo identitario y cariño por su ciudad, Lima no representa para la mayoría sino un espacio en el que casi accidentalmente coincidimos muchas personas. Es casi un gran hotel, que nos cobija, pero con el cual no generamos mayor vínculo cultural, menos aún afectivo.

Es más, al parecer en Lima se ha generado mayores vínculos con los entornos más inmediatos: los distritos o los conos. Es más fácil querer a mi cono (norte, sur, este), o a mi distrito (mi “rico distrito”, mi “pitu-distrito”, mi “distrito-plus”), que a una desproporcionada e inasible Lima. Cada distrito y cono tiene una identidad (real o creada) de la que uno finalmente uno termina sintiéndose parte (o mudándose, finalmente, a otro distrito que sea idiosincrásicamente más cómodo)

Es conocida la imagen de Lima como la “horrible”. He escuchado a los mismos limeños considerar a Lima como una “gran combi”, en la que no se respetan las reglas (de cualquier tipo), primando la desconfianza y el egoísmo (imagen cercana al “estado de naturaleza”); asimismo, de un “gran basurero”, pues los limeños con insoportable naturalidad arrojan al suelo desde cáscaras de mango hasta colillas de Kent, por no abundar en aquellos caninos impulsos de algunos que gustan de marcar su territorio. Tampoco nos hagamos los pudibundos: En muchos casos las reglas han servido (y sirven) de barrera para la extensión de la ciudadanía (entendida como el posibilidad de gozar y ejercer plenamente los derechos), frente a lo cual la informalidad, y en algunos casos el individualismo, ha sido un cómodo refugio frente al Estado, entidad lejana, incapaz de hacer reglas funcionales y dar a conocer las existentes (menos aún de poner baños públicos o tachos de basura)

Visto así, es necesario que se fortalezcan los vínculos de los limeños con su ciudad y que se articulen reglas de convivencia mínimas para esta ciudad de todos. Reglas que sean funcionales y que reflejen las carencias y potencialidades de nuestra cultura, nuestras necesidades y demandas. La idea es transformar este gran hotel en una casa grande, en la que podamos desarrollar nuestros proyectos personales y construir proyectos colectivos.

(3) A los habitantes de Lima definitivamente nos conviene la descentralización.
Contrariamente a lo que muchos piensan, a Lima –como ciudad o como conjunto de “limeños”– no le conviene que se perpetúe el centralismo, ni siquiera que se mantenga algún tiempo (Por cierto, jamás he escuchado en Lima algún discurso a favor del centralismo, ni siquiera objeciones a que Lima Metropolitana no tenga los beneficios del resto de regiones. En realidad, y me genera cierta desazón, en Lima no se habla mucho de la descentralización).

Es una constante en las ciudades de crecimiento no planificado el desorden urbanístico, la anomia e informalidad, el crecimiento de los niveles de violencia e inseguridad, etc. De ello, obviamente, no puede responsabilizarse a quienes tuvieron como única alternativa de desarrollo la migración a Lima, menos aún a quienes huyeron de la violencia política iniciada en los años 80. Ellos han sido las principales víctimas del centralismo y del poco (e hipócrita) ímpetu descentralizador del Estado. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que el centralismo también afectó a la Lima, no por transformarla (es mejor una capital mestiza que una con pretensiones puristas), sino porque esto sucedió de cualquier forma, con total desinterés por parte de quienes hubieran podido prever un crecimiento armónico.

Es una alternativa realista, pero aun mediocre, el postular que la ciudad crezca “hacia arriba”. Si bien es cierto que el crecimiento horizontal de la ciudad sería irrazonable y mantendría las actuales exclusiones, el crecimiento vertical de la ciudad no deja de ser una repuesta “mirándose al ombligo”, pensado a Lima como única alternativa. Lo mismo sucede con el asunto del subempleo y desempleo: es evidente que la proporción entre puestos de trabajo y oferta de personal (ya grave hoy) se irá distanciando más con una solución que solo aumente la densidad poblacional. Igual ocurre con el transporte (Al parecer esta respuesta le viene bien a las grandes constructoras y comercios de Lima) Visto así, una opción más eficiente sería impulsar el desarrollo de todas las ciudades del país, policentralizando el poder político y las posibilidades de crecimiento económico con bienestar, de tal forma que Lima no sea “la opción” de desarrollo para los no-limeños, sino al revés, que los peruanos puedan encontrar posibilidades de éxito en sus propias ciudades (e incluso, por qué no, puedan cobijar a los limeños que todavía no sabemos porqué querer, qué querer, ni cómo querer a nuestra ciudad, entretanto la construimos)

Por ello, si de algo puede acusarse a los limeños –rara avis– no es de centralistas, sino de comodones o autistas, si se quiere.

jueves, 18 de enero de 2007

La ciudad de todos los peruanos (I)

Testimonio de quien quiere entender qué significa ser limeño
Juan Manuel Sosa
Coordinador del Núcleo Lima de Constructores Perú

I.
Ser-o-no-ser
Siempre decía que no sentía ningún vinculo profundo con Lima, ciudad que me vio nacer y que me ve crecer. Muchas veces he confesado sentir envidia por quienes sí tienen un sitio a donde llegar fuera de aquí, una historia, una tradición, recuerdos de niños en el campo, en los ríos o en las dunas. Viajes con sus amigos, ya de jóvenes, llegando a la casa de la familia, con esa hospitalidad tan peruana y muchas veces tan poco limeña. También pienso, con algún celo, en aquellos que van a casarse a su tierra, de acuerdo con sus costumbres, para luego volver a Lima. ¿Qué le contaré a mis hijos sobre el cemento, los parques disforzados y las calles enrejadas? ¿Qué contarán los demás? ¿Sobre el fútbol, los conciertos, sus aventuras nocturnas, las cabinas de internet?

Con excepciones, no disfruto mucho de las tradiciones de Lima criolla. El puente de los suspiros no me genera ningún suspiro (es más, creo que no me genera nada), pero sí disfruto de la arquitectura colonial (¿está bonito el centro de Lima de noche, no?) Sin embargo, siento que nada de ello forma parte de mi identidad. No me siento “limeño”, no sé bien que significa serlo, menos aun qué es Lima finalmente.
Solo recién, a propósito de que el CEN anterior colocara el tema identidad en la agenda de Constructores Perú, me animé a darme una oportunidad para reencontrame con mi ciudad. Aquí, en Lima, son muy vigentes las tesis políticas propuestas y aprobadas en último EN, precisamente porque Lima reproduce el proceso de mestizaje cultural de nuestro país: así, es claro solo a través de la extensión de una ciudadanía real podremos formar parte de una misma comunidad política, una polis, una ciudad de veras.

Pero una limitación de esta tesis es que, encontrada la ciudadanía como lugar común, todavía no hemos resuelto bien el asunto de la identidad cultural. Hemos armonizado las diversas identidades a partir de un mínimum ciudadano y de un proyecto político inclusivo (lo cholo en una república de ciudadanos); pero no siento que comparta una identidad cultural (auténticamente chola) desde Lima, por más que sea claro que Lima es esencialmente chola y que hasta puedo vislumbrar aquí algunos peruanos modernos paradigmáticos, al que nos hemos referido en las tesis.

Es decir, me queda claro que soy cholo, pero no qué significa serlo. Exijo una identidad.